Podemos definir percepción del riesgo como la habilidad de detectar, identificar y reaccionar ante una situación de potencial daño, es un proceso espontáneo e inmediato que permite realizar estimaciones o juicios acerca de situaciones en función de la información que la persona selecciona y procesa.
Es decir, la percepción del riesgo es un acto subjetivo individual y, por tanto, influenciado por situaciones y experiencias del sujeto como pueden ser:
- Edad,
- Nivel de formación,
- Experiencia en el puesto de trabajo,
- Haber sufrido o no accidentes,
- Creencias previas,
- Aspectos sociales
Que dan como resultado una percepción del riesgo variable en cada individuo. Basta de hecho con consultar cualquier encuesta para constatar cómo una determinada situación es valorada de muy distinta manera.
Por tanto tenemos una situación de partida que es una actividad empresarial que de forma inevitable genera riesgos, los cuales son percibidos en mayor o menor medida por los trabajadores, siendo dicha percepción insuficiente o inadecuada la que provoca su aceptación y minusvaloración y, finalmente, causa de los accidentes conocidos como “Factor humano”.
¿Porqué la percepción del riesgo es inadecuada?
Son innumerables las situaciones en las que interviene la percepción del riesgo inadecuada, por ejemplo, en la no utilización de EPIs. La infravaloración del riesgo que invita a desdeñar su uso tiene su origen en varios posibles factores, como pueden ser:
- Ausencia de visión del riesgo. El individuo no ve peligroso no utilizar el EPI.
- Presión social. Nadie los utiliza, por tanto no voy a destacar utilizándolos.
- Comodidad. Si, el EPI protege, pero también molesta.
Razones que se pueden resumir en que no se valoran como importantes los daños potenciales, pero si las ventajas inmediatas de asumir ciertos riesgos.
¿Qué herramientas tenemos para adecuar la percepción del riesgo?
Para modificar la percepción del riesgo y eliminar la aceptación de los trabajadores de riesgos inaceptables, es necesario actuar en todos los elementos que influyen en la toma de la decisión de aceptarlo o no. Dicho de otra forma, si no tenemos en cuenta la productividad, no conseguiremos modificar el comportamiento de los trabajadores. Es una realidad que un trabajador prefiere hacer bien su trabajo aunque sea en detrimento de su seguridad. Si analizamos la teoría de las motivaciones de McClelland, comprobamos rápidamente cómo el logro es una de ellas, y un logro es ejecutar nuestro trabajo de forma eficiente y eficaz.
Para aunar seguridad y productividad, disponemos de una herramienta que es AMEF. Con AMEF se analizan las consecuencias de los fallos tanto desde la posible siniestralidad como desde las pérdidas de productividad.
Como hemos comentado, la percepción del riesgo es subjetiva e individual. Ello implica que los Consultores en Seguridad y Salud estamos expuestos, igual que los trabajadores, a valorar de forma imprecisa los riesgos. Con la celebración de eventos Kaizen la percepción de los riesgos se podrá consensuar.
¿Una vez conseguida una percepción real, cómo puedo gestionarla?
Puede parecer que ya tenemos el trabajo hecho; conocemos los riesgos de nuestra empresa, cómo lo percibe nuestro equipo e incluso hemos consensuado su percepción llegando a una visión lo más objetiva posible del mismo.
Pero nuestra Empresa es única, tenemos en la misma variables que implican que la valoración de los riesgos de nuestra actividad sea única y que, por tanto, la prioridad de nuestras acciones cambie. Para priorizar de forma adecuada nuestras acciones tenemos herramientas de gestión como SmartOSH, con la que podremos integrar, entre otros factores, la edad de los trabajadores afectados; aspecto cada vez más importante dado el imparable envejecimiento de la población.